Publicado en Rolling Stone nº 21 (Julio 2001) http://www.rollingstone.es/extra/manuchao.html

Manu Chao. El Mito Clandestino

¿Has oído hablar de la religión 'Manu Chao'? ¿Serías tú capaz de seguirle hasta Guayaquil? ¿Cuánto darías por encontrártelo en el metro de Madrid?... Éstas y otras cuestiones planean sobre la intermitente estela de Manu Chao. Él trató algunas de ellas ante dos buenos amigos:

 Estamos en Madrid, en el colorido barrio de Lavapiés, en una conocida terracita donde, discretamente, se pueden hacer porrillos y así acompañar dignamente la primera caña del día. Son las cuatro de la tarde, una buena hora para comer en sábado. A eso estamos. Nos hemos llamado hace un par de horas para concretar la cita. Cuando llegamos, Manu está ya cantando a voz desnuda y casi todos los componentes de su grupo le acompañan con lo que tienen más a mano: palmas, escobillas de batería sobre mesas de bar, cucharas que golpean vasos, coros y risas... es la norma. No hay descanso para este francés de ascendencia vasca y gallega: si la inspiración aparece, la invita a bailar.

La comida es un intercambio saltimbanqui de ensaladas y arroces, de canciones también. Entre los comensales se encuentra Amparanoia, que, mientras tararea una vieja canción porteña, nos muestra satisfecha las fotos de su reciente viaje a México, donde siguió por unos días la caravana zapatista. Manu asiente, le hinca el diente sin demasiada convicción a un trozo de pollo y agarra una guitarrita, con ese rasgar suyo, sencillo, como dejándolo ir... Tras el picoteo, nos retiramos a una mesa para charlar sobre la vuelta de Manu Chao con el segundo disco que firma con su nombre. Llegan los chupitos de orujo.

 

Hace apenas cuatro años eras el líder de una banda influyente, Mano Negra, que sacaba su primer disco en solitario. Hoy, sin embargo, arrastras casi una categoría de mito; ya sabes: imagen de enrollado, defensor de causas justas, amigo del necesitado, solidario... ¿Cómo llevas la responsabilidad que se te cuelga?

Mira, como siga habiendo momentitos mágicos como los que tenemos ahora mismo, esa responsabilidad no me pesa, no me da mucho tiempo de pensar en ella; esa responsabilidad me la alivio con esos momentos. Todo depende mucho de la casualidad, de la suerte; no se dice "esta noche va a haber duende"; no se puede. Pero, bueno, lo hay a menudo, y si hay eso, no siento ninguna responsabilidad porque me lo paso pipa y estoy feliz con lo que hago.

 

Ya, me refiero a los comentarios que hagan los malintencionados.

Claro, hay que tener cuidado: cuidado con la prensa o con la imagen que se hacen de ti. Hay que tener cuidado con esa imagen así de rebeldía-no-sé-qué; porque yo, al mismo tiempo, trabajo en una multinacional. Hay que tener cuidado: cuidado con la rebeldía, el marketing de la rebeldía... yo no quiero vender discos con mis ideas. Si vendo tres millones de copias de éste porque sean buenas canciones, venga, dame el dinero, me parece dinero limpio. Mi oficio es el de músico, y si gano dinero con la música no me arrepiento de nada, y si son millones y millones, súper, sin ninguna mala conciencia. Si empieza a torcerse la cosa y empiezo a vender discos por mis ideas políticas, ya es más complicado, ya llegas a la fronterita que hay entre dar tus ideas y ser demagogo.

Pero, en tu caso, las ideas cuentan: tú no le cantas simplemente al amor o al azul del cielo...

Es un terreno complicado y lo hablamos mucho entre nosotros; todos tenemos sensibilidades y decidimos para este disco, para las próximas giras, sobre cómo alejarnos de esas preguntas políticas, y decir: "¡Venga!, cachondeo y ya está". Ése es el mensaje, no queremos preguntas tan serias, no estamos aquí para esto. Pero, claro, eso es imposible, eso de "tralalá" y música: imposible. Todo el mundo me viene con eso y a mí me encanta la tertulia, me meto. Así que hay mezcla de ambas cosas: se habla y luego cachondeo. Si cada tertulia de ésas termina con un momento mágico, con un fiestón de ésos de humanidad, como que no estoy hablando por hablar. Ya di la teórica, ahora los prácticos, todo se confirma: realmente lo estamos haciendo.

 

Hace un momento Amparo nos enseñaba fotos de su estancia con los zapatistas. ¿Qué nos puedes decir de tu relación con Chiapas? ¿Cuál ha sido tu experiencia allí?

Mi última relación, física y directa, fue en diciembre, cuando fuimos a tocar allí. Llegamos la noche que Marcos anunció que iba al D.F. y aprovechamos lo de la gira para ir una semanita. Yo no quería ir a Chiapas si no era a tocar; sabía que si yo podía llevar algo a Chiapas, eso era música. Entonces, al estar la banda, ya era la ocasión. Tocamos en La Realidad, en la comunidad, tocamos en Poló, en un campo de refugiados, conocimos a la comandancia: a Marcos, a Moisés, a Tacho... Fue muy bonito, he vuelto más convencido que nunca; esa gente son para mí ídolos políticos, aunque no me gusta mucho esa palabra: "ídolos". Creo mucho en ellos y les tengo respetazo, como podía tener respeto a los Clash... y no es como cuando luego conoces esas bandas míticas, entras a su cocina y te decepcionan; no es el caso de los Clash. Bueno, yo llegué a Chiapas con ojo crítico, no como fan. Tocamos en el pueblo y a la gente le encantó. Y es una gente muy quieta, allí sentados frente a nosotros en el pueblo mientras tocábamos, había gente de fuera bailando y los zapatistas interrumpían por el micrófono: "Por favor, la gente que baila, por favor, que marchen atrás, que la gente no puede ver, por favor". Y todos muy tímidos y así, y no sabes muy bien si les gustó o no... pero al día siguiente los representantes nos dijeron que había sido un exitazo, que en ocho años no habían visto nada así, que encantados, que entendían la música, que los indígenas habían agradecido lo nuestro. Cuando estás en Chiapas te das cuenta de que los indios son muy asiáticos, están a otro nivel. Nosotros estamos, en cierto modo, al mismo nivel que los africanos; pero los indígenas, no sé, es otra apreciación de la vida, hay cosas donde no nos podemos entender.

 

Entonces, ¿estuviste con el subcomandante?

Al día siguiente de ese concierto, como nos habían dicho que les había gustado y nosotros teníamos otro día allí, les dijimos de volver a tocar; pedimos autorización y dijeron que sí. A las seis marchamos a la plaza del pueblo, en Aguas Calientes, donde el Marcos hace sus charlas. Fuimos allí con todo y no había nadie, tío, nadie del pueblo, la plaza vacía.

Entonces llegó el viejo que controla todo y dijo: "No, el concierto está cancelado". Y yo dije: "Pues vale". Lo respeté, no pedí razón; pero él insistió: "No, está cancelado, ¡cancelado!". Y yo: "OK, entendido, voy a avisar al resto". Y el viejo debió pensar: 'éste tío es idiota'. Y ya me dijo: "Os están esperando". Y entonces ya me di cuenta de lo que quería decir. Nos dijo que sólo fuésemos los músicos, que no llevásemos nada y que le siguiésemos. Nos llevó por un caminito, fuera ya del pueblo, y al primero que vimos fue al Tacho, que estaba allí haciendo guardia. Nos saludó uno por uno, muy tranquilo y luego preguntó: "Dónde está Manu Chao?". Y le dije que era yo. Él dijo que no me imaginaba así, pero bien. Seguimos camino hasta una cabañita y allí estaba Marcos, en la puerta, saludándonos, dándonos la bienvenida; estaban allí todos, con capucha y las armas; estaban llegando de no sé dónde. Marcos hizo un discurso corto: "Sabemos quiénes sois; muchas gracias por todo, deciros que el dinero de royalties de todo lo que habéis mandado ya llegó y lo repartimos como consideramos bien y gracias". Entonces dijo: "Bueno, ya está bien de coñas, primero voy a decir a mi gente que deje los fusiles, no penséis cosas raras... Aquí hay tres guitarras y venimos para un reto: Si vosotros sois músicos, nosotros también; así que vamos a hacer una canción, vosotros otra, y así hasta ver quién aguanta más". Yo me quedé encantado, no esperaba eso. Estuvimos así hora y media, todo muy formal. Cuando nosotros tocábamos, ellos bailaban, y cuando cantaban ellos, ayudábamos... Así hasta que llegó la hora y Marcos dijo: "Vale: tablas". Y charlamos un ratito cortito y ya está... Faltó el trago, para estar todos bien, pero aún así, todo muy natural.

Te aviso que en el pueblo habíamos tocado con mucha gente, y los mejores músicos resultaron ser los de la Comandancia. Nosotros llevábamos en los bolsillos un montón de bolsitas de plástico llenas de pesos, porque habíamos estado tocando en Guadalajara (México), y Bouchon [el road manager de Manu Chao] le dijo antes de marcharnos que juntase los brazos y le puso todo el dinero. Marcos dijo: "Esto ¿qué es, marihuana?". Y le dijimos que era dinero... Fue súper, muy bien, relajados, disponibles para una hora de música, y no nos comieron el coco con ninguna charla política, hubo mucho swing. Ellos ya saben dónde estamos; en cuanto nos necesiten allí estaremos.

 

Manu Chao está hablador; de su boca, y con ese peculiar acento de castellano poco cuajado, no paran de salir aventuras de estos últimos años: su residencia en Barcelona, la organización del macrofestival La Feria de las Mentiras, la formación de una banda (¡por fin!) compuesta por viejos camaradas de Mano Negra y algún que otro músico callejero, las dos giras suramericanas...

Su disco Clandestino, que salió en 1998, ha funcionado de maravilla: casi tres millones de copias vendidas en todo el mundo. Esto le ha permitido seguir fiel a un ritmo de vida que no exige prisas, tan sólo ir cumpliendo sueños. El presente le lleva a un nuevo lanzamiento, otro puzzle sonoro de fondos pregrabados y formas casi manuales, artesanas.

¿Por qué lo has titulado 'Próxima estación: Esperanza'?

No hay otra gasolina posible, la cosa esta chunga por todos lados y de aquí a unos años va estar aún peor. En Suramérica es terrible: hasta países que estaban medio bien, como Argentina, ahora están en picado. Cada día llega peña a Barcelona, argentinos que escapan de su país y llegan en estado de shock, ¡y son chavales de clase media! Entonces es eso, o la esperanza o el nihilismo: a pasárselo bien hasta que caiga la bomba. Esa segunda opción, la del nihilismo, parece que no cuadra mucho con tu forma de ser.No me convence. Lo he intentado, tío. A veces lo he pensado: ¡a la mierda!, me voy a Brasil, a una playita con mi novia... Pero luego me da mucha mala conciencia; los cuatro primeros días los aprovecho de la hostia, pero a la semana pienso en la peña que está allá jodida y yo aquí disfrutando, y no lo consigo.

 

¿Qué diferencias le ves a este disco comparándolo con 'Clandestino'?

Cada día veo más claro que es la hermanita pequeña, no tengo ni puta idea de por qué, pero lo veo más femenino... los veo macho y hembra, no se por qué. También que en éste se ha llamado a algún músico para una sesión verdadera en estudio; lo queríamos más alegre. Aunque alguna gente me dice que es más triste, yo lo veo más ligerito.

 

Aquel disco llegó a todo tipo de publico: le gusta a las madres, a los okupas, a los ejecutivos...

En Latinoamérica hay una gente que divulgó el disco de una manera increíble: eran los artesanos de la calle. Esa peña ha hecho ese disco suyo: en cada tenderete suena, han llevado el disco hasta la Patagonia, hasta las últimas playas de Puerto Escondido, hasta Nepal, nos ha alucinado. Cuando tocábamos en Bolivia allí estaban: venían de Brasil, de Colombia, 1.000, 2.000 kilómetros; se juntaban, éramos su punto de encuentro; se ponían delante del hotel y empezaban a cantar, y durante la gira ya había un trato: sabían que entraban gratis; esa gente viajaba y no tenía plata, así que íbamos al parque a darles un taquito de boletos. Es súper con esa gente, llevan Clandestino a pecho... Pero también se escucha en las fiestas de Nueva York, y los intelectuales lo escuchan, y los niños, y las madres, y en Alemania se han vendido más copias que en España, y para la gente es un disco de pop exótico, así que bien.

 

Precisamente por Suramérica fue por el único sitio que tocaste. Digamos que ésa fue la gira del primer disco. ¿Cómo resultó la aventura?

Un flash. Cada gira fue como un disco, como un viajecito iniciático, muy fuerte. Con la gente fue increíble, un voto de confianza de la gente acojonante: la peña está con nosotros a muerte, nadie se mete con nosotros. Y es peña muy diferente, pero hay unanimidad: los intelectuales, los músicos, los barrios, los músicos están con nosotros, la calle, los okupas, los estudiantes... No sé, hay muchas facilidades para meterse con nosotros: "Tú que vienes de allí, ¿a qué vienes aquí?". Sólo hubo un caso, el único caso en dos giras: un músico argentino famoso que criticó: "Y éste, ¿qué se cree?, con sus tarjetas de crédito, ¿qué nos viene a explicar?". Pero fue sólo un detalle.

 

Cambiemos de tercio: háblanos de tu relación con Bob Marley. En tu nuevo disco le dedicas un tema, 'Mr. Bobby', que es un sentido homenaje al universal jamaicano.

Es una canción que siempre cantamos en los bares, siempre funciona de bares y, bueno, es un homenaje... Pero creo que el homenaje a Bob Marley en el disco es la primera, Merry Blues; ése es el verdadero homenaje: el intentar llegar cerquita de Bob Marley, intentar hacer algo realmente parecido. La de Mr. Bobby habla mucho del perdido en el siglo, creo que la frase clave en esa canción es "it's an emergency", es un caso de emergencia. El primero que me regaló un disco de Bob Marley fue mi padre, y lo escuché y me gustó, pero luego se me fue la olla en otras cosas. El segundo que realmente me metió a saco en Bob Marley, ya al final de Mano Negra, que es cuando yo lo descubrí, fue Garbancito. Él lo estaba escuchando siempre, me lo metió y nunca más salió. Luego, en los viajes por ahí sin grupo ni nada, me di cuenta de que sus canciones son tan simples... es mi profesor de simplicidad, aprender a cantar simple y hondo, aprender a componer simple. Lo interesante en sus canciones es que nunca intenta intelectualizar, cualquiera puede cantar una canción suya, no hace falta ser virtuoso, así que durante estos años ha sido mi profesor: Marley, el peyotito y Galeano, para escribir Galeano.

 

Además de Eduardo Galeano, ¿qué otros escritores te interesan?

Lo de Galeano no es noticia, porque lo llevo diciendo desde tiempos del Clandestino, pero lo sigo leyendo con gusto. También está vuestro disco-libro Buitre no come alpiste; es de lo más bonito que he leído últimamente... ¡A ver si tenéis cojones de ponerlo! je, je. Tampoco es que lea mucho. Me regaló un libro una gallega, Sofía: se llamaba El diccionario de los sentimientos y la introducción es la hostia. Otro que me alucinó y no acabé de leer, me lo dio una chica en una okupa en Milano; era de Artaud, y yo de ese tío tengo cintas que hasta a mí me dan miedo, ¡cómo recita!, con esa voz de profundidad, escribe unas cosas muy premonitorias, cosas sobre los americanos. Ese tío acabó muy mal, iba mucho a México y experimentó con el peyote, pero se lo tragó al revés; desde lo del peyote estuvo de psiquiátrico en psiquiátrico, con electroshocks; se quedó, no volvió, no le fue bien, se debió de pegar un par de pelotazos violentos...

 

La tarde ha ido cayendo y los músicos que le acompañan siguen poniendo fondo musical a la entrevista. Manu nos cuenta los planes que tiene: con su hermano Antoine, que está en París, quiere montar la Radio Bemba, una emisora en una estación del metro, y emitir durante 15 días; en julio quiere acudir a la marcha contra la globalización que se celebrará en Génova; actuará en el Aste Nagusia bilbaíno de este año; está preparando una cinta de vídeo que pondrá imagen a su nuevo disco...

Ahora te enfrentas al extenuante proceso de promocionar un disco, pero son ya muchos años batallando. Irás notando el paso del tiempo, ya no eres el chaval que empezaba en un barrio de París. ¿Llevas bien lo de envejecer?

Me siento más joven que nunca, pero me río de eso, porque soy un abuelito ya. Yo ya he hecho lo mío, como dice Galeano: "Lo que venga es propina". Estoy más en forma que nunca, estoy más nene que nunca, los años no me pesan en absoluto, hasta físicamente. Mira, el otro día estuve en París y fui a ver a mis padres; para subir desde el centro a su casa hay mucha cuesta, y desde que era pequeño esa cuesta para mí fue un reto; yo sé perfectamente hasta qué punto de la cuesta puedo llegar corriendo y desde chaval sé dónde tengo mi récord. Pues el otro día llegaba borracho y refumao, a las tres de la mañana, y desde donde tenía el récord me puse a correr y llegué arriba fresco. Estoy más en forma que nunca. Y de la vida también estoy muy bien; y de la cabeza, ahora ya no me da miedo lo de los años, porque cuando yo era chaval, a los 17 o 18, le tenía pánico a la muerte, me daba vértigo, me acojonaba. Recuerdo que con mis primeros porros, si me ponía a pensar en la muerte, me quedaba a punto de desmayarme, me daba miedo. Y mira, menos mal, porque pasa el tiempo y no ha ido a peor, se me olvidó. Ahora pienso en la muerte y me río de ella, y eso que soy cobarde cuando veo violencia, cuando veo la muerte enfrente, pero ahora puedo pensar en la muerte todo fumado y no me da nada.

 

Cuando terminamos la conversación es casi de noche. Tras echar unas partidas al futbolín en un bar nos vamos a ver a Tonino Carotone, que toca en Madrid. De camino a la sala, unos alucinados viajeros de metro asisten a otro improvisado concierto en uno de los vagones. Muchos le reconocen. No, éstos no cantan para pedir...

 

Próxima Estación: Esperanza está editado por Chewaka.

 

KIKE BABAS Y KIKE TURRÓN _________haut de page